top of page

Creo que nunca fui real.


Quiero vomitar.

Vomitarlos.

Vomitarte.

Vomitar lo que un día fue, y esperar a que dentro de unos años, no diga lo mismo respecto a lo que soy ahora.

No estoy escribiendo ninguna novela, mis manos me piden que lo haga y mi cuerpo también, aunque mis dedos están algo entumecidos porque habían perdido la fluidez.

Yo perdí muchas cosas. O perdí cosas que me estorbaban, que no hacían me a mí pero creaban esa coraza, que me ayudó a vivir durante tanto tiempo.

El cansancio consume mi cuerpo, aunque el sueño no quiere aparecer. Cambié un par de números, borré otros y extravié a la única mujer que logró destruirme. Y si soy sincera, estoy buscando a la que me ame verdaderamente.

Tuve muchos cambios en estos meses, en estos días, y en estas horas. Parte de mis mejillas se entumecen, quisiera a veces sentir el dolor que debería, las lágrimas que veo en todos mis contemporáneos, y ahí desaparece la mierda de excitación sumado a la ansiedad por querer ser, y se ven reemplazadas por la paz de estar presente.

No quise hablar, no quise escribir, quise llorar pero me di cuenta que lo mejor era expresarme.

Sí, ahora estoy sola. Y recibí un mensaje de ellos diciéndome que les gustaba verme bien y escucharme reír, mandándome su amor. Lloré como nunca. Aquel día algo muy dentro mío cambió de una manera pertinente.

No esperaba lastimarlos

pero tampoco esperaba lastimarla.

Entonces tuve que elegir qué verdades, qué porqués, qué iba a revelar. La satisfacción está presente igual, no me puedo culpar por eso.

Creo que no soy sincera.

Lo siento.

Y aquí viene lo cierto.

Me mostraba como otras, adornando parte de mi cuerpo con lindas palabras.

No puedo expresar la sensación que escribir esto me produce.

Primero.

Disculpas, porque nunca dije que realmente me sentía triste por dentro. Ni menos que lloraba en silencio sintiendo ese peso encima pero que jamás pude igualarlo al vacío interno, eso… eso sí que me mata.

Tampoco fui sincera con decirles que odiaba hacer las cosas por compromisos, la maldita misa de los domingos para quedar bien con el Dios que inventaron, lo de ser celosos por tus mejores amigos y que las mejores amigas –en el fondo envidian porque nadie nos enseñó a ser felices con nosotros mismos–.

No expresé el rencor hacia el color rosado, y lo que la danza me enseñó, cómo una señorita debería comportarse.

Que sólo tomaba y adormecía mi ser para sentir algo diferente a la cotidianidad.

Jamás me atreví a decir que no amaba ser patriota, y que me daba igual quedarme aquí o en la avenida, porque jamás me enseñaron a amar mis raíces. Sé que puedo elegir, pero ahora prefiero elegir dónde yo me siento más feliz. Y aquí no es.

No me siento feliz por completo con vos, perdón, no me llenás, nadie lo hace. Ni mi grupo de tres, ni las chica-s del barrio, ni mis amigos de los autos, o vos, o él, o mis amores eternos.

Mi interior sigue buscando, el lugar donde me sienta completamente segura, y es en mí, alejada de esto.

Pido perdón desde ya, porque estoy en un proceso, yo sé que en verdad esto no lo siento de la manera en que parece, tan cruel y malvada no soy, o quizás sí pero no respecto a esta cuestión.

Nunca pude decir lo preocupada que estoy de comer ciertos alimentos, de lo que idealicé y de quién creo que debo mostrar a los demás.

Fui criada para ser una fachada, porque todos a mí alrededor lo son de verdad.

No me responsabilizo por ellos, pero sí por mí, voy a dar la cara. Voy a protegerme.

No dije lo dura que antes era porque no pensaban como yo, y detesto que elijan no pensar, pero qué va, mientras yo lo haga, en algún momento a todos nos llegará el despertar.

Que me acostumbré a estar sola y no le tengo miedo a nada ni a nadie, porque todo está bien en mi mundo y porque yo soy amor.

Que me da miedo el eterno silencio que aparece cuando estás mal, pero que amo el que aparece cuando sos y nada más.

Ahora puedo decir que el escribir me libera, y creo que voy a estar sin peso alguno el día en que pueda escribir sobre de mí, de lo que viví, para mí y para vivir aquí.

Y dejar de lado al resto.

Que siempre están, se van, aparecen y siguen.

Suspiro, miro a mi alrededor, el agua y la música nunca se llevaron tan bien como cuando están a mi alrededor, expectantes de qué voy a hacer.

No quiero sacar conclusiones, no quiero valorar tus ideales. Quiero vivir mi felicidad.

Me siento mejor.

Escupí esto, escupí parte de mí y ya está, ya me es suficiente.

Ojalá puedas ser feliz, ojalá quieras encontrarte.

El precio de no saber pero querer hacerlo es más caro que el de ser ignorante, y ambas son tus elecciones.

Los desvaríos no paran de hacerme yo, no paran nunca porque me siento a gusto con ellos, en cada mentira, en cada tontera, hay una parte impregnada de mi realidad, de mi verdad, de mis ojos.

Siendo honesta, creo que nunca fui real, nunca fui tan real como ahora, diciendo ciertas cosas que antes no me atrevía a ni pensar.

 
 
 

Comentarios


©2018 by Rosario Alaniz. Proudly created with Wix.com

bottom of page