Miedos de.
- Rosario Alaniz
- 26 abr 2019
- 5 Min. de lectura
La primera frase en mi mente fue que no podía, de que no iba a ser suficientemente buena y que ni siquiera debía intentarlo.
Estaba acostada en mi cama, viendo videos, pensando en cosas sin importancia, y con la esperanza de empezar un proyecto personal: un taller para adolescentes y jóvenes, que son el público con el cual estoy en bastante sintonía.
El miedo siempre viene. La voz interior que sigue diciéndote que no vas a poder va a estar en todo momento, créeme, está allí esperando a atacar para que después te diga: ahh, yo sabía que lo ibas a hacer mal, la próxima vez ni siquiera lo intentes. Y continúa.
Hace tiempo en que no la sentía, o que poca atención le prestaba.
Pero en procesos de cambio, tanto la confianza como el miedo están potenciados, todos los recursos que tenemos están a la espera de ser utilizados. Aunque depende de nosotros a cuál elegimos seguir, a cuál vamos a alimentar y seguir, con cuál nos vamos a quedar.
Tenía unas ganas horribles de gritar, escupir y vomitar palabras que me hacían mal, que me lastimaban de a poco.
Mientras escribo esto aquella sensación disminuye al mismo tiempo en que mis ganas de llorar aumentan. Tomé un espejo y lo coloqué a un costado para poder mirarme de vez en cuando. Cada facción mientras escribo, la nariz roja debido al futuro llanto, los labios apretados, mi cuello, parte de mis mejillas, cabello, lentes, piercing, pestañas. Admiro lo que veo en el espejo, y quiero abrazarla a mi pequeña Ro para que me perdone.
—Perdóname —susurro, las lágrimas a punto de salir, la garganta que duele horrores y en mi cabeza vienen millones de pensamientos.
¿Qué puedo decirle? ¿Qué me va a costar? ¿El miedo sigue allí? ¿La fuerza la sacará pronto?
Me sorprendí al recibir aquel pensamiento. Seguro es otra prueba más de mi aprendizaje, por el momento no sé muy bien qué será de igual forma con el tiempo sé que lo voy a descubrir y me estaré más fuerte y confiada que ahora.
Justamente el taller o charla que quería preparar era la de autoestima, qué ironía, Angela debe estar riéndose mucho y Ro está atenta a cada cosa que hago.
Muy bien no sé qué más decir, sí sé qué hacer pero no qué hacer….
¿Se entiende? ¿Me entendés?
Es difícil entenderme a veces, incluso para mí misma.
Algunos días estoy en algo más técnico, otros días la pasión se me desborda de los dedos, y en otros elijo estar en la nada, descansando mi mente, evitando la ansiedad, leyendo, trabajando en mí.
Respecto a lo que sí voy a hacer: hablarle al espejo, hacer las diferentes técnicas que aprendí hasta ahora y fortalecer mi relación con Ro, con mi pequeña niña que anda por allí dando vueltas, algo asustada porque ella también escuchó la voz con demasiada fuerza, y tuvo iniciativa en creerle, pero le voy a hacer ver que no, no la necesitamos y yo hago y voy a hacer todo lo necesario para que esté y se siente a salvo.
Sí, se lo debo, como una forma de agradecimiento, porque la amo tanto.
Te amo, Ro, sos la mejor nena de todo el mundo, la única que me entiende y me da fuerzas para seguir. No hay por qué temer, no hay porque….
Me lo guardó para ella y para mí. Y sigo compartiendo lo que pasa por mi mente.
Lo que pasa corriendo, casi a los gritos, con tanto miedo disfrazado de enojo. La voz interior “negativa”, la ilusa que sigue pegada a las creencias de mi clan, a los programas, la que encuentra amor en el papel de víctima y la baja autoestima. No es culpable, más bien responsable, porque eso es lo que pudieron enseñarle y lo que aprendiendo, gracias a eso durante bastante tiempo me mantuvo viva. Le doy las gracias pero estoy aquí sabiendo que elijo algo totalmente diferente.
Lo lindo de ahora es que la ansiedad la puedo manejar más que antes, el “no estar haciendo nada” que la sociedad impone antes me daba pavor y me metía en una estúpida rueda en donde cada vez aquellos pensamientos y sensaciones se apoderaban más de mí, de la Ro asustada, de la parte que creía estar sola, ocupaba mucho más de lo que a mí me gustaba.
Pero ahora, levanto la cabeza y veo un panorama. Estoy sentada, las piernas cruzadas y los pies con medias en una temperatura normal, el espejo de mi escritorio tiembla cada vez que la velocidad de mi escritura va llegando al tope, la botella de agua sigue por la mitad, espero tomarme dos hoy, vuelvo aquí sonreí al hacer un ruido gracioso, cambio la música para concentrarme, aparte porque me asusté con un tema, jajá, bebo más agua y canto en inglés, mis ojos miran las machas de la ventana cerrada, borré algo mal explicado, fuera de la habitación a la derecha en el patio hay una planta que se mueve debido al sol, me miro en el espejo y sonrió porque la nota fue alcanzada sin dificultad, tardé escribir esa última palabra porque cantar y escribir y pensar en que tenga coherencia no es nada fácil, callo y retomo mi canto, la pared de ladrillos grisáceos ante no me gustaba, ahora me transmite un poco de realidad, porque sé que ahora puedo mirarla, y puedo traspasarla, es más detrás de ella hay todavía más cosas que estoy por descubrir, todo un mundo, me distraigo escogiendo otro tema, y acomodando la tecla G porque la rompí sin querer, escojo un tema de Lana que para mí significa libertad, me sonrío en el espejo y agrego bien los acentos para que estén bien los verbos, hablo parte de su monólogo y me río al querer escribirlo, me pasa que a veces pierdo mi voz y me siento incómodamente identificada con las letras de alguien más, sólo respiro profundo con mis ojos cerrados y sigo continuando mi hilo, hallando mis líneas, escuchando mi voz y agradecida de tener mis propias palabras. A los segundos veo un párrafo demasiado largo, escribo, respiro, miro adelante, miro mi reflejo, miro la botella de agua, miro parte de mi silla y escucho la música, allí lo descubro: estoy aquí.
Al escribir eso las ganas de llorar aparecen de nuevo, pero esto es más como una sensación de satisfacción porque me doy cuenta de que existo y –a veces parece tanto que no–, estoy viva, estoy acá, estoy respirando y estoy… yo existo.
Mis noveles de stress se disipan, la ansiedad se ha ido, la voz disminuyó, y yo estoy de vuelta en mí.
Obvio que falta trabajo por hacer, mi camino por delimitar y recorrer, el éxito que vivir, el dinero que invertir, el amor que dar y recibir, lo bueno de vivir.
Falta tanto, tengo tanto, doy tanto, soy tanto.
Yo puedo.
Yo siempre puedo. Vos podés, Ro, vos siempre vas a poder. Ella me sonríe susurrando tímidamente un gracias bajito, ella me mira asintiendo, ella me espera y caminaremos tomadas de la mano.
Gracias.
Con el tiempo me doy cuenta de que no es “la gente” que te quiere ver mal, que la envidia y la mala vibra no viene de nadie más, que los monstros no están debajo de la cama, que los demonios y fantasmas no se van a apoderar de tu alma, que nadie te deja, te suelta la mano o te traiciona, que la voz y el miedo no es culpa de los demás o de tu crianza. Porque nada de eso existe.
Es uno mismo el que lo crea, soy yo misma que alimenta eso en mi mente y así lo proyecta.
Que el miedo y el amor dependen de mí.
Así se aprende, así se vive, y con eso hay mucho para seguir.

Комментарии